lunes, 30 de abril de 2012

Océano...




El océano es un lugar anodino, lleno de tedio, en el que el tiempo parece no transcurrir y otras veces avanza demasiado rápido. La vida de Rafael era como casi todas las vidas de sus semejantes: un poco de comida, descanso, entretenimiento, placeres lascivos, preocupaciones varias –incluso repetitivas- que, curiosamente, casi nunca solían acontecer en realidad, vamos, lo normal.


Tenía en mente un proyecto desde hacía algún tiempo, era su ilusión pero casi siempre encontraba alguna excusa más que justificada para no acometerlo. En su mente rondaban ideas tales como: no me siento preparado, no sé si tengo la capacitación suficiente, quizá no sea lo que la gente busca, no tengo tiempo, tengo que definirlo bien, tengo que trabajar las ideas, darle forma y resto de subterfugios…. (Cuando hay tantos “tengo” algo suele fallar)

Últimamente el mar andaba un poco revuelto, el agua era turbia, el ambiente enrarecido y Rafael sentía que algo tenía que cambiar en su vida. Como siempre su cerebro era presa de las dudas y compañero de los infinitos atajos para no atreverse a emprender, de una vez por todas, su aspiración.

Una mañana de verano postrero notó que el oxígeno le faltaba, emergió hacia la superficie y salió, increíblemente, del océano... del que hasta ese momento había sido su océano. Sorprendido se percató de que todos estos años había vivido dentro de una pecera y que había ido a parar al verdadero océano.


Era inmenso, desconocido, excitante, luminoso y aunque no podía atisbar el horizonte, al fin se sintió seguro y lleno de confianza en sí mismo…

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